sábado, 12 de diciembre de 2020

Carpeta


Carpeta

De entre todas las fotos que se toman sólo unas cuantas se imprimen.
Hay quienes en secreto desechan algunas por un enojo
momentáneo o para borrar pruebas nada gratas.
Más de una de ellas entreteje recuerdos según el orden en que van surgiendo de entre los álbumes: de un instante pasas al futuro, de éste al pasado; corriges un pasaje, la alegría te inunda, la nostalgia, hasta te trae algún tiempo ya enterrado para siempre.
Hay momentos que quisieras arrancar la realidad que te afecta o tuviste en el pasado.
Luis te contó cómo acariciaba más de una vez la foto de su nueva conquista, de la que mantenía el nombre en secreto; en la pantalla tu búsqueda trae la imagen de tu joven amada Elda, a quien un día se la compartiste; de cuerpo bien proporcionado; prevenida, esa vez, con una sombrilla, cosa que pocos harían. Al fondo se ve el canal que invita a relajarse, pero ella se detiene en sus documentos.
Tu amigo sólo te dijo que todo se dio porque Karlo, sobrino de la joven, quedó a su cargo en el grupo de cuarto grado de primaria, donde le agradó la clase de música, de la cual tenía una ligera aspiración y quedó entusiasmado de tenerlo como maestro con la misma afinidad.
Una boca, el escote -atarraya de miradas-, la confianza que se fueron ganando entre las visitas al grupo, por encargo de la madre ausente de Karlo, fueron haciendo una relación más encendida para Luis, a sus cincuenta y tres años, una presunción de que todavía tiene conquistas fuera del matrimonio.
Tú, Ernesto, en las noches hacías infinitos collages con las fotos que Elda te enviaba. Con las que te eran más atrevidas te deleitabas jugando zoom.
Esa conquista, de la que te contó que en dos ocasiones se pospuso el encuentro íntimo y que en cualquier rato se podía concretar se interpone entre las detalles que te persiguen: las del momento de despedirte de tus dos hijas, instantes en que se te hacía un nudo en la garganta para dar consejos, con lágrimas que asomaban a los ojos, mientras llegaba el momento de despedirte y dejarlas con su tía, en aquella urbe, para que continuaran los estudios que en tu ciudad media jamás podrían.
Buscas carpetas, en unas aparecen tus hijas, en otras las páginas de las lecturas que vas realizando, paisajes, descargas. Cierras la pantalla y te vas a carpetas ocultas. La mirada recorre las piernas de Elda, los vestidos entallados al cuerpo, lo atrayente de sus medias, los pechos sin sostén ni blusa, las distintas pantis de encaje…Tu conquista perfecta, joven, una tentación ya casi a la mano.
Aparece ella de nuevo, con su inseparable portafolios, tu enemigo el perro y los instrumentos musicales a un costado.
Sacas de tu bolsa exactamente los doscientos cincuenta pesos que cuesta el boleto de regreso a tu ciudad.
Vibra el teléfono: la advertencia del mensaje te dice que
ahora sí la nueva conquista cayó. Eres un pobre diablo que descuida a su familia: Luis te presume la misma foto que tomaste a escondidas a Elda, de quien tú la tenías guardada en carpetas ocultas…
© AudbertoTrinidad Solís
Enlace:

https://www.alquimialiteraria.com/enero2018/audberto/

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